La disfemia o tartamudez es una alteración en la fluidez del habla (no afectando a ningún otro componente del lenguaje), viéndose interrumpida por bloqueos iniciales o repeticiones. Se puede dar en niños o adultos, pero cuanto antes intentemos disminuirlo, tendremos más posibilidades de conseguirlo. La intervención se basa en ejercicios basados en el ritmo y la prosodia, así como en la relajación física y emocional.
Para los padres, siempre se dan este tipo de orientaciones y consejos:
Cuando el niño/a se dirige a nosotros y se desencadena un
momento de tartamudez, es necesario que no reaccionemos de manera especial,
aunque son muchas las pequeñas cosas que podemos y debemos tener en cuenta:
· No corregir su forma de hablar.
· No mandarle repetir la palabra o
frase afectada.
· No terminar las frases por él.
· No pedirle que hable más despacio. Es
necesario que sepa que dispone de todo el tiempo que necesite para expresarse.
· No enfadarse ni reñirle o recriminarle,
tenemos que entender que no habla así porque quiere, sino porque no puede
hacerlo de otra manera.
· No utilizar gestos de desaprobación.
· No reírse ni hacer bromas o
ridiculizarle. Además, no debe permitirse que lo hagan otras personas.
· No atender a la forma de hablar, sino
al contenido.
· No mirar para otro lado ni mirarle
fijamente, sino mantener un contacto ocular natural.
· Evitar comentarios del tipo “respira,
toma aire, no te pongas nervioso, tranquilízate, piensa lo que vas a decir,…”
en definitiva, no decirle cómo tiene que hablar.
· Intentar aceptar los bloqueos como un
hecho natural, integrándolos en la comunicación y sin centrarse en ellos.
Incluso en caso de que sea necesario podemos referirnos a ellos con
naturalidad.
· No interrumpirle cuando hable.
· Reducir el número de preguntas que le
hace al niño
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